BILLY NILLES
La primera temporada de 13 Reasons Why fue difícil de ver.
Ponerse a ver un show sobre la historia de una adolescente que toma la decisión de quitarse su propia vida lo es. Pero la adaptación que hizo Netflix de la novela de Jay Asher publicada en 2007 también fue gratificante a su manera. Fue irresistible y tuvo las extraordinarias actuaciones de Dylan Minnette, Kate Walsh y, especialmente, Katherine Langford. Fue innovadora en su estructura narrativa ya que cada uno de sus 13 episodios se concentró en una de las grabaciones en que Hannah explicaba las razones de su suicidio. Contó una historia completa.
Seguro, el final de temporada dejó algunos cabos sin atar con respecto a los estudiantes de la Secundaria Liberty High, ¿pero qué hay de la historia de Hannah Baker y las cosas que la llevaron al suicidio? Eso se contó de manera efectiva y poderosa a lo largo de esas 13 horas.
Pero luego el show se convirtió en una de las mayores sensaciones de la TV ese año y catapultó al elenco de nuevos actores al estrellato internacional. Hacer una segunda temporada, aunque desaconsejada, fue una decisión evidente. ¿El show mantendría a Langford? ¿Brian Yorkey sería capaz de dejar las cosas donde las dejó Asher y hacer evolucionar la historia de una manera significativa?
La respuesta a esa primera pregunta se reveló cuando supimos que la segunda temporada se concentraría en el juicio de los Bakers contra la secundaria de Hannah, con testimonios de los estudiantes sobre los lados de la historia de Hannah que no pudimos conocer mientras ella era narradora. Pero la segunda no la pudimos resolver sino hasta después de un maratón con todos los 13 nuevos episodios. Y nuestra opinión fue que no, no lo hizo.
Tenemos una lista tan larga de críticas sobre esta temporada que no sabemos dónde comenzar. Regresemos al estreno y a la decisión de Yorkey de reemplazar la poderosa narración de Langford, pasando del relato de sus grabaciones a los testimonios del juicio.
Comenzando con Tyler, interpretado por Devin Druid, cada episodio lo narra un estudiante que está testificando en ese momento. Hay fallas claras en esta estrategia. Mientras la narración de Hannah tenía sentido y le permitía decir honestamente lo que pensaba, dado que las grabaciones las hizo ella sola, con prosa trabajada, llena de reflexiones sobre la amistad, secretos y lo que le daba la gana; esta vez escuchamos que cada episodio fuerza un poco las cosas sobre lo verosímil. Hemos visto muchos dramas legales. Así no es como testifica la gente.
Pareciera que Yorkey y sus escritores se sentaron y pensaron, “Tuvimos a una narradora en la primera temporada, así que necesitamos lo mismo en la segunda. ¿Cómo?”. Esto fue lo mejor que se les ocurrió, cuando han debido descartar la estrategia.
Yorkey y sus escritores intentaron construir mejor el universo de la serie en esta temporada, y se concentraron un poco más en Liberty High y en el terrible comportamiento de los alumnos en sus pasillos. E sta era una decisión que debían tomar para que Netflix pueda renovarles la serie por una o más temporadas. Sin embargo, todo parece excesivo. Hay conspiraciones, múltiples asaltos sexuales, muchas armas, al menos una nueva adicción a las drogas. Y tantos secretos. Cuando llegamos al final de temporada de 70 minutos, un episodio demasiado largo, ya queríamos que todo terminara, a pesar del temor principal hacia el evento determinante de la temporada.
Hablemos de dicho evento. Sí, involucra el arsenal de armas que Tyler reúne al final de la primera temporada. Sí, es claro después del no-tan-sutil protagonismo de las armas de fuego a lo largo de la segunda temporada, que todo conduciría a un episodio de violencia. Y sí, cuando llega, se siente algo irresponsable, tanto como inevitablemente los grupos de supervisión paternal lo advertirán. Sin mencionar que estuvo pobremente escrito.
Mientras las sirenas se acercan, Tony (Christian Navarro) llega en su auto, para ayudar a Tyler a escaparse, y Clay se queda sosteniendo el rifle automático justo antes de los créditos. Sí, todo ocurrió para dejarnos en suspenso. En un año en que más estudiantes de escuela han muerto por violencia armada que soldados en la guerra, un show destinado a esos jóvenes víctimas de la misma violencia, no solo se quedan con un ejemplo muy pobre de cómo reaccionar ante la amenaza de las armas (quedarse viendo fijamente al cañón de una AR-15 mientras intentas apaciguar al atacante), pero con un ejemplo de dicha violencia, destinado simplemente a captar atención para la próxima temporada. No luce para nada bien.
No es que no sucedan cosas buenas en esta temporada. Minnette y Walsh se hacen cargo del show con cada una de sus escenas, especialmente Minnette, quien toma un papel central mientras Clay se pierde cada vez más en su búsqueda de justicia. (Tristemente, la extraña inclusión de Hannah en la historia le quitó material más acorde a su talento). Así como Alisha Boe, quien interpreta el papel de otra de las víctimas de Bryce, Jessica, y se vuelve vital en su parte de la historia, mientras se reconcilia con lo que le pasó y toma los pasos necesarios para obtener justicia.
Los temas que Yorkey y sus escritores exploran en esta temporada son importantes y valiosos, como el abuso sexual, el privilegio masculino, el bullying y la violencia armada. Sin embargo, el show parece no tratarlos con la suficiente justicia, mientras sucumbe ante el peso de sus giros narrativos.
La segunda temporada es un potente recordatorio de que a veces las razones para hacer algo pueden opacar las razones para no hacerlo. Pero como la Sra. Baker le recuerda a Clay en el final de temporada, sin importar cuántas razones haya para hacer algo, siempre habrá más para no hacerlo. Esperemos que Netflix recuerde eso cuando empiecen a pensar en una posible tercera temporada.
Fuente: ENews.